La historia de Klaus Schenker
Juan Antonio Portero y Michael Verdonckt
Capítulo I
Hola, mi nombre es Klaus Schenker, tengo trece años y provengo de una familia numerosa. Mis Hermanos son Francis, Anette, Archer, Frank, Günther, Ursula, Heinz, Jürgen, Hans, Freddy y el pequeño Fede. Aunque seamos los Schenker, una familia pobre que vive como pueden, somos muy respetados en el pequeño pueblo al norte de Alemania. Mi Padre trabajó duro para sacarnos adelante, aunque no sabemos en qué, ya que le vemos muy poco. Mi Hermano Frank, que es muy desconfiado dice que podría tener otra familia secreta, total, con la pila de hijos que tiene no me extrañaría que tuviera más. A mi Madre como no le dan trabajo, se queda con nosotros y cuida la casa (como todas las vecinas). Un día desayunando un huevo que robe del gallinero del alcalde vi que a mi Madre le preocupaba algo, pero no quiso contar me nota. Posiblemente se tratara de un tema que a mis Hermanos y a mí no nos gustaría nada, porque cuando se comporta de esta manera es que esconde algo. Mi Hermana Anette dice que la vio llorar en algún momento, ella es la que nos pone al día con estos pequeños detalles.
Un día que jugaba con mi amigo Marcus, al que quería con toda mi alma, me advirtió que pronto el mundo se acabaría debido a una serie de guerras infernales y salvajes que se iban a llevar a cabo. A mí me pareció todo mentira, ya que también me hablaba de extraterrestres y seres que querían apoderarse de nuestro pueblo; así que le dije: - Marcus eres insoportable, cada vez que hablas así tengo ganas de romperte los dientes, deja de rallarme de una vez que eso no va a pasar - y otras palabras malsonantes que no quiero contaros para no parecer grosero. Me fui de allí le deje tirado para que aprendiera la lección, pero después de tres oscuras noches de las que no sabía nada de Marcus, un gran General famoso en mi localidad derribó la puerta de la casa de golpe en busca de mi Padre. Yo me puse nervioso, estas cosas en mi familia no ocurre. En ese momento mi Madre que dormía como un tronco se levantó como un rayo y le explicó al General que papa no solía pasar por aquí. Este nos contó que trabajaba con él en un campamento para ayudar a nuestro país de una posible guerra y ahora le necesitaba en el puesto. Semanas más tarde me fui a visitar a mi Padre en ese supuesto campamento del que el General me habló. Y ahí estaba, con sus 40 y pico años vestido de militar, el no me reconoció hasta que le dije quién era. Después me dijo lo siguiente: - Klaus, mi pequeño, ya te has hecho todo un hombre. Solo te pediré un favor, que hagas feliz a tu Madre y a sus Hermanos porque yo no tuve esa oportunidad.
Se fue a la guerra al día siguiente y pensé en mi amigo Marcus, aquel pequeño mentiroso esta vez tenía razón y sentía unas ganas enormes de disculparme, así que fui a su casa con un puñado de flores que robe de la casa de nuestro alcalde pero para mi sorpresa, no estaba allí, me lo dijo su Madre y también me dijo que ella creía que estaba jugando con él donde siempre. Entonces me acordé de nuestro pequeño escondite, a las afueras de nuestro pueblo, y allí lo encontré, ahorcado y con una nota debajo de sus pies en la que se podía leer: - Klaus, no me creíste, me dejaste sólo, tú tienes la culpa y ahora estoy muerto. Yo me rompí a llorar y me acordé de de la absurda historia que me contó sobre los extraterrestres.
Capítulo II
La Madre de marcos quedó conmocionada con el suicidio. Mi Padre ya había partido hacia la guerra, el plan del ejército alemán era invadir Francia, yo estaba muy preocupado porque muchos de los soldados de los que iban a la guerra no salían con vida de esta. Mis Hermanos y yo ayudábamos a mamá en casa, básicamente la economía del país era una economía de guerra. Trabajábamos en una fábrica de la mano fractura de armas, fabricación de municiones, blindajes…
Era un trabajo agotador y un tanto pesado pero estábamos contribuyendo con nuestro país y sobre todo con nuestro Padre.
Una vez una tarde como cualquier otra, yo ya había terminado de comer al igual que mis Hermanos, estábamos con mama tejiendo ropa y haciendo tareas del hogar cuando escuché algo por la ventana y me asomé para ver qué era. Para mi sorpresa era un coche del ejército alemán que nos traía algo. Yo estaba muy asustado por si nos comunicaban algo malo pero cuando abrí el sobre que me dieron no tenía nada que ver, simplemente el ejército me había llamado a combatir junto con Günther y Heinz, los mayores después de mi.
A nosotros nos destinaron a otra batalla distinta a la que yo suponía que se encontraba mi Padre. Sólo estábamos en trincheras pasando frío, hambre y viendo gente morir, con nuestros fusiles esperando dar caza al enemigo, así estuvimos varios meses agotadores que se convirtieron en años de batalla en batalla y de trinchera en trinchera, Heinz murió, eso era lo llamativo, que siguiéramos vivos. Tenía muchas ganas de volver al pueblo, estar con mi familia, con mis Padres, todos los días rezaba porque esto se acabara y mi familia se mantuviese sana y salva sin ningún problema. En 1917 llegó una mala noticia, Günther también había caído en combate. El ejército para contrarrestar el dolor a nuestra familia ordenó que papa y yo volviéramos a casa aunque la guerra ni siquiera había acabado. Así que volvimos a casa y nos reunimos toda la familia restante y esperamos hasta que finalmente a finales de 1918 se terminó esta pesadilla que sólo había causado muerte, dolor y lágrimas.